Niños migrantes: ¿pesadilla o “sueño americano”?
La vida de los niños migrantes es desafiante. Desde niños que llegan a clase como sonámbulos por trabajar de noche hasta niños que trabajan hasta altas horas de la noche fregando platos.

El pequeño Nacho, originario de Guerrero, México, acude a clases de secundaria después de cubrir un horario nocturno de trabajo en una planta de Carolina del Norte. Nacho es parte de los miles de niños migrantes que “sufren el sueño americano”, como lo dicen sus propios maestros que ven, con tristeza, cómo muchos de sus alumnos (sobre todo los migrantes) toman las clases como sonámbulos por trabajar de noche.
Nacho está muy cansado como para poner atención a las fórmulas matemáticas, pero, seguramente, sueña con un futuro brillante a lado de sus seres queridos. Cada niño migrante tiene rostro, corazón y el derecho a ser feliz. Todos provenimos de familias migrantes (incluso Trump), y todos queremos que el “sueño americano” sea una realidad y no se convierta en una pesadilla.
Además de sufrir toda clase de peligros durante su camino rumbo a Estados Unidos, mucha de la niñez migrante trabaja en oficios muy duros y clandestinos. Según un artículo de The New York Times titulado “Solos y explotados, niños migrantes desempeñan trabajos crueles en EE. UU.”; en muchos estados de la Unión Americana hay menores de edad que friegan platos hasta altas horas de la noche, lavan sábanas en lujosos hoteles o reparten alimentos de cadenas famosas de comida.

El Times asegura que, tan sólo en los últimos años, han entrado a Estados Unidos más de 250 mil niños migrantes, los cuales representan una potencial mano de obra barata.
Pero la historia de Nacho es sólo una cara de la moneda de lo que ocurre con los niños migrantes en la Unión Americana. Por otra lado, también están los niños que son nacidos en Estados Unidos, de padres indocumentados y que son separados.
Según un artículo del portal Immigration Impact y con información del Consejo Estadounidense de Inmigración, la política de inmigración ha tenido efectos perjudiciales para los niños que son separados, ya que son ingresados al sistema de acogida estadounidense, el cual está saturado y, por indicaciones de Trump, no se cuenta con los fondos necesarios para dar la atención básica que necesitan estos infantes.
Es importante resaltar que históricamente la acogida familiar ha tenido que solventar la falta de financiamiento y el poco personal de trabajo social con el que se cuenta.
Como hemos visto, a partir del 20 de enero de este 2025 la situación en el tema migratorio, incluido los niños, ha empeorado. Si con el entonces presidente Joe Biden el panorama para los niños migrantes era muy complicado, con la administración de Donald Trump todo se ha vuelto una pesadilla.
No obstante, las medidas que ha tomado el presidente de Estados Unidos violan la Enmienda 14 de la Constitución estadounidense, la cual protege el derecho a la ciudadanía de quienes nacen en territorio norteamericano. Sabemos que Trump firmó una orden ejecutiva que no reconoce la ciudadanía automática a quienes sean hijos de migrantes irregulares por lo que los deja en total vulnerabilidad.
Hoy, la separación de familias es un tema que duele y que cala en el alma… Sin embargo, parece ser que no tiene el mismo sentido para todos el ver a niños ser despojados de lo más valioso que podemos poseer las personas que es el núcleo familiar.
Niños como Nacho luchan por no quedarse dormidos en clase, pero, ahora, esta pelea contra el cansancio por trabajar por las noches también es para vencer a los fantasmas de una posible deportación de sus padres. Estos niños luchan ya no sólo para rescatar su “sueño americano”, lo hacen, sobre todo, para no caer en una pesadilla.
Juan Hernández es Secretario del Migrante y Enlace Internacional y presidente de la Coordinación Nacional de Oficinas Estatales de Atención al Migrante (CONOFAM) en México. Esta columna fue publicada originalmente en El Sol de León.
Esta nota fue publicada originalmente el 1 de marzo de 2025

